lunes, 18 de julio de 2011

La tartamudez


Nathalia Calderón
Directora del CELA (Centro Especializado en Lenguaje y Aprendizaje).
Terapeuta de Lenguaje, Máster en Psicopedagogía, Máster en Administración Educativa y Licenciada en Educación Especial. Especialista en problemas de aprendizaje UNED.
Colaboradora del programa "Buen Día" 


Cuando hablamos de disfemia o tartamudez  tenemos que tomar en cuenta  que nos encontramos ante un trastorno funcional de la comunicación oral, que afecta el ritmo articulatorio de la palabra y que no deriva de ningún tipo de anomalía de los órganos fonatorios.  Se trata, además, de un trastorno que exige la presencia de uno o varios interlocutores para que pueda evidenciarse. 
La tartamudez, de etiología (de origen) desconocida, es un trastorno del habla que engloba múltiples manifestaciones (lingüísticas y no lingüísticas).    En las personas de habla disfémica se aprecian disfluencias en el habla y la comunicación, caracterizada por una serie de bloqueos, repeticiones o prolongaciones de sonidos, sílabas o palabras (monosílabos), durante la emisión del discurso.  La diferencia entre un habla disfémica y un habla tildada de “normal” reside en la velocidad de la emisión verbal, en la producción de los elementos prosódicos del lenguaje y en la falta de fluidez del mensaje. 
El manual mundial DSM-IV, entiende el tartamudeo como una alteración de la fluidez y de la organización temporal normales del habla, caracterizada por concurrencias frecuentes de uno o más de los siguientes fenómenos:

*           Repeticiones de sonidos y sílabas.
*           Prolongaciones de sonidos.
*           Interjecciones.
*           Palabras fragmentadas.
*           Bloqueos audibles o silenciosos.
*           Circunloquios para sustituir palabras problemáticas.
*           Palabras producidas con un exceso de tensión física.
*           Repeticiones de palabras monosilábicas.

Sucede que las personas de habla tartamuda se muestran incapaces de coordinar la actividad fonorrespiratoria con los órganos de la articulación. 
El factor de la herencia no está probado con certeza, pero en general, aceptada. Empero, para BOOME, la disfemia no se hereda, sólo es hereditaria la inestabilidad nerviosa individual, que queda latente mientras no haya factores exógenos que la pongan en manifiesto.
Sin lugar a duda, es una alteración de la comunicación (más que del lenguaje) consistente en una falta de coordinación motriz de los órganos fonadores que se manifiesta en forma de espasmos que alteran el ritmo normal de la palabra articulada.
El desarrollo sano de un niño comprende una fase de balbuceo o repetición de ciertas sílabas mientras habla; esta etapa puede prolongarse e iniciarse la tartamudez en un ambiente predispuesto o cuando los padres adoptan una actitud demasiado rígida y exigente con sus hijos.
El síntoma más sobresaliente es el bloqueo espasmódico que interrumpe o impide la emisión de la palabra. El espasmo puede ser tónico (lapso de tiempo antes de comenzar el discurso que, una vez iniciado, ya fluye bien) o clónico (repetición de letras o sílabas al principio, centro o final de las palabras) o mixto.
Además el paciente se muestra ansioso, angustiado y, en su esfuerzo por vencer el espasmo, presa de una gran tensión muscular y emocional, con rictus faciales, rubor y transpiración excesiva (sobre todo en manos). Como reacción, puede aparecer miedo a hablar con evitación de situaciones donde es preciso hacerlo, sobre todo, si son nuevas o con personas especiales, mutismo defensivo, tendencia al aislamiento, acentuación de la timidez y reacciones depresivas de distinto grado. Es frecuente, además, encontrar en estos niños cuadros agregados de enuresis y trastornos del sueño.   El ritmo del habla es acelerado (taquilalia); aparecen disartrias (sustituciones y omisiones) según la velocidad del habla.
Algunos consejos fundamentales son los siguientes:
  • Crear ambientes favorecedores de la fluidez.
  • Introducir algunos cambios en su estilo de vida, buscando alejar a la niña de situaciones estresantes.
  • Modelado indirecto, se le ofrece al niño un modelo de habla que haga desaparecer la tartamudez, en un ambiente de juego y sin ningún tipo de exigencia.  La idea es evitar que el niño se haga consciente de su problema, al no mencionar la tartamudez en forma constante (debido a que se puede lesionar su autoestima).
  • Ofrecer al niño un modelo favorecedor de la fluidez: habla algo más lenta de lo normal.  Todo en un contexto comunicacional no exigente. 
  • Animar al niño, a imitar a los padres, siempre en baja exigencia.  Son útiles  las imágenes para describir esta forma de hablar “hablamos como caracoles” y mucho apoyo gestual para modular el habla.
  • Escuchar al niño sin apurarlo.
  • Crear estilos comunicativos que impliquen baja presión para los niños.
  • Dar tiempo para hablar, para que pueda expresar cómodamente su mensaje.
  • No interrumpirlo cuando habla  ni dejar que  él interrumpa a los demás.
  • Formular preguntas una a la vez y sólo las necesarias.
  • Hablar con frases cortas y con un lenguaje fácil, es decir, adecuado  para su edad.
  • Evitar decirle: “pare, vuelva a empezar”,  “no te apures”, “hable despacio”.  Las indicaciones de este tipo aumentan la tensión.
  • Comunicarse con él no solo verbalmente: acariciarlo, mirarlo, tocarlo, aceptarle juegos no verbales.
  • Tener presente que la DISFEMIA no afecta la capacidad intelectual de las personas. 
  • El niño no debe evitar tartamudear.  Debe tartamudear lo más natural y cómodamenteposible y con la menor tensión.  Si evita tartamudear, el autoestima es influenciado por el problema de comunicación y esto desencadena actitudes viciosas.
  • Darle todo el tiempo para hablar y descubrir que la ansiedad es nuestra al esperar que termine.
  • No interrumpir su mensaje.  No completar lo que dice o terminarle la frase.
  • El niño o niña que tartamudea se vuelve muy sensible a lo que “lee” en la cara de quien escucha: no poner caras extrañas ni mostrar ansiedad.
  • Aceptarlo y quererlo así, no es enfermo.  Los bloqueos retroceden cuando la comunicación es esencial y se siente aceptado y cómodo.
  • Evitar las burlas que pueden ser muy dolorosas para el niño DISFEMICO y deben ser eliminadas tanto como sea factible, éstas paralizan, tensionan, llena de resentimiento y tristeza. 
¿Cuándo buscar ayuda?:
Entre los 18 meses y los siete años de edad, muchos niños atraviesan períodos de disfluencia del lenguaje vinculada a sus esfuerzos por aprender a hablar. Los niños de entre 18 meses y tres años de edad con disfluencia normal suelen repetir los sonidos, las sílabas y las palabras, casi siempre al iniciar una oración. Por lo general, esto ocurre en una de cada diez oraciones.
Después de los tres años de edad, el niño con disfluencia normal no suele repetir sonidos o sílabas sino palabras ("No-no-no puedo.") y frases completas ("No puedo-no puedo-no puedo ir".) También es común que usen "expresiones de relleno" como "eh" y "um", que cambien de tema en medio de una oración, que se corrijan y que dejen oraciones sin terminar. Los niños normales pueden manifestar disfluencia en cualquier momento, pero ésta tiende a aumentar cuando están cansados, entusiasmados, agitados, o se les está apurando para que hablen. También pueden perder fluidez cuando hacen o contestan preguntas.
La falta de fluidez de estos niños puede hacerse más frecuente por varios días o semanas o casi desaparecer por semanas o meses y después reaparecer.  En general, los niños con disfluencia normal parecen no estar conscientes de ella y no muestran sorpresa o frustración ante sus errores. Las reacciones de los padres suelen ser más diversas. La mayoría de los padres o no notan estas faltas de fluidez en sus hijos o las consideran normales.
Algunos padres, sin embargo, pueden mostrar extrema sensibilidad al desarrollo del lenguaje de sus hijos y preocuparse innecesariamente por lo que es un comportamiento normal.
La tartamudez leve, en cambio, se manifiesta con mayor regularidad. Puede que ocurra sólo en situaciones específicas, pero es más probable que se repita en estas mismas situaciones, día tras día. Un tercer indicio de tartamudez leve es que el niño se muestre, quizás no profundamente preocupado por su problema, pero sí momentáneamente avergonzado o frustrado. En esta etapa del trastorno, el niño puede incluso preguntar a los padres por qué le cuesta tanto hablar.
La reacción de los padres a la tartamudez leve varía. En su mayoría, se sentirán al menos un poco preocupados y se preguntarán qué deben hacer y si ellos son los culpables. Unos pocos ni se darán cuenta de que existe un problema. Otros podrán sentirse muy preocupados pero negarlo en un principio.
Los niños con tartamudez grave dan muestras de gran tensión, esfuerzo físico y lucha por esconder su tartamudez y pueden incluso evitar hablar. Aunque la tartamudez grave es más común entre los niños mayores, puede surgir en cualquier momento entre el año y medio y los siete años de edad. En algunos casos, aparece después de un período de tartamudez leve de meses o hasta años de duración. En otros casos, surge de repente, sin que la preceda un período de tartamudez leve.
La tartamudez grave es más probable que persista, especialmente en aquellos niños que han tartamudeado por 18 meses o más, aunque algunos se recuperarán de manera espontánea. La frustración y la vergüenza que genera esta dificultad pueden infundir en el niño el miedo a hablar. El niño con tartamudez grave suele mostrarse nervioso o defensivo en situaciones donde espera que le pidan que hable. Aunque es probable que tartamudee todos los días, se le notará más algunos días que otros.
Para poder diagnosticar una disfemia en niños (as),  por tanto el sujeto ha de ser mayor de 5 años.  Si el niño tiene entre 5 y 7 años estamos ante una disfemia primaria (disfluencia). Es el momento óptimo para la intervención.  
Si el niño tiene entre 7 y 10 años estamos ante una disfemia secundaria: el niño presenta un agravamiento de los síntomas y se hace plenamente consciente del trastorno, por lo que empieza a adoptar estrategias evitativas como cambiar la sintaxis de las frases o palabras por sus sinónimos para lograr enunciados más fáciles de pronunciar. Además el niño o niña ya tendrá problemas sociales con sus compañeros
No existe un programa de intervención único, o técnicas especificas universalmente aceptadas. En lo único que hay acuerdo es que la intervención debe ser pluridimensional, no hay una única intervención.
Lo más importante que se debe saber es, que existen técnicas que ayudarán al paciente a disimular  “atenuar” su disfemia;  pero es recomendable  practicarse todas para determinar cuál le es más provechosa.  También se practican ejercicios para controlar  el ritmo, la velocidad, la prosodia, la  respiración  y la articulación, que se ven afectados.
Es conveniente entrenar al niño en el uso del lenguaje lento para hablar mejor a través del relato de cuentos y de una ejercitación y un manejo apropiado de las emisiones del terapeuta  y las respuestas del niño (a).  Se busca obtener  el estiramiento de cada sílaba con los elementos suprasegmentales conservados.   Se aprende la diferencia entre rápido y lento a través de narraciones y actividades comprensivas, discriminativas y expresivas. 
La fluencia verbal se considera cuando el niño o niña es capaz de emitir dos palabras seguidas; en este estadio el niño comete numerosas repeticiones, lo que es “normal”, clásicamente denominado tartamudeo primario o fisiológico.   Las repeticiones van disminuyendo  entre las edades de 2 a 7 años (como etapa máxima). 
Sin embargo, si las alteraciones en la fluidez del lenguaje suelen continuar y se empiezan a observar movimientos y conductas secundarias, tales como:
Movimientos de cuello, del tronco, de los miembros.  Movimientos de la cara como: muecas complejas, tensión de labios, pestañeo de ojos, cierre de labios, temblor (labio – lengua – mandíbula), dilatación de las aletas de la nariz, fruncimiento del ceño.  Chasquillos de la lengua, pérdida de contacto visual, actitud inmóvil, voz ronca, cambio de tono o de timbre, respiración: bloqueos y otro. Lo más conveniente es que  se visite a un Especialista en Lenguaje “Terapeuta de Lenguaje y/o Logopeda”.
La intervención en tartamudez temprana es una de las cuestiones que más interés ha despertado en los últimos años.   Por cuanto más tiempo  tartamudea el niño o la niña, más difícil y lenta será la recuperación de un lenguaje fluido.
La propuesta actual, se basa en seleccionar como primera opción métodos “menos agresivos” como el moldeado indirecto, o los programas de refuerzo del habla fluida  a través de los padres y madres de familia.
Finalmente es válido recordar que la tartamudez es una condición compleja que implica mucho más que la falta de fluidez en el habla. La mayor parte del fenómeno de la tartamudez está oculta. La tartamudez afecta a la persona en su totalidad. Incluye sentimientos, percepciones y emociones destructivas como vergüenza, turbación, culpabilidad, baja autoestima, frustración y miedo a situaciones particulares en las que se requiere hablar. El fenómeno de la tartamudez también abarca conductas inusuales como son los patrones de respiración irregular, la evasión del contacto visual y la sustitución de palabras.
La tartamudez puede ser comparada con un iceberg: El 90% de la masa de un iceberg está oculto debajo de la superficie. De manera parecida, la mayor parte del fenómeno de la tartamudez está oculta. Es un asunto complejo que se compone de muchos elementos diferentes: sentimientos y emociones negativas, conductas extrañas e ideas falsas que afectan todos los aspectos de la vida de una persona.

Disfluencia: Generalmente se habla de ella antes de los 7 años de edad.
Disfemia: Después 7 años de edad en el niño o niña.

¡Con pequeños pasos, grandes avances!