Por Departamento de Formación y
Capacitación,
Enfoque a la Familia CR
“No hay ningún viento favorable para
el que no sabe a qué puerto se dirige”
Arthur Schopenhauer
Dentro de la vasta cantidad de tareas que deben enfrentar los padres en la crianza de sus hijos, aparece el difícil, pero fundamental reto, de saber inculcar disciplina. Generalmente los padres se ven llenos de angustia al enfrentar semejante labor; recuerdan cómo fue su respectiva crianza, escuchan consejos de amigos y compañero, ven información en la televisión, pero la realidad se les muestra mucho más compleja. La aparición del tempo a equivocarse es muy normal y comprensible. El establecimiento de límites y la enseñanza de disciplina conllevan una gran responsabilidad y arduo trabajo, pero si es bien implementado, se hará evidente la gran satisfacción de legar al niño bases sólidas para enfrentar las vicistudes de la vida.
¿Qué es la disciplina y cuáles son
sus principales objetivos?
Popularmente el término “disciplina”
es usado para hacer referencia al método con el cual se generará obediencia.
Esta apreciación corresponde a un viejo y deslegitimado enfoque educativo, este
paradigma, aunque no ha quedado en desuso del todo en la práctica, al menos ya
no cuenta con el aval de los especialistas en el campo del aprendizaje. Por el
contrario, cuando se habla de disciplina, se hace referencia al proceso de
adquisición de un conjunto de destrezas y pautas, que contribuyen al desarrollo
de autonomía, autocontrol, y de comportamientos socialmente aptos para relacionarse
interpersonalmente de forma adecuada.
Tomando en cuenta este marco
referencial, no podemos visualizar al niño que aprende a través de la
disciplina, como un ente pasivo. El niño debe ser capaz de entender la razón de
ser de los límites que se le imponen, se le debe facilitar un espacio definido
para la experimentación de alternativas, y debe tener la oportunidad de ser
escuchado para que la disciplina sea incorporada y asimilada sólidamente. Se
deben desechar creencias distorsionadas; la disciplina no implica:
- Violentar las necesidades básicas e intereses individuales por suprimir una conducta inadecuada.
- Aceptar incondicionalmente por parte del niño todo lo que dice una figura de autoridad, incurriendo en un acatamiento rígido e irracional de una conducta.
- No persigue que el niño se porte bien únicamente para evitar castigos o para buscar premios, y que se dé solo en presencia de adultos.
- Por el contrario, el proceso disciplinario, desde nuestro enfoque, se orienta hacia la consecución de los siguientes objetivos en los niños:
- El desarrollo de la capacidad para dirigir su propia vida en forma sana y positiva.
- Saber encauzar la energía y los intereses guiados por su propia motivación, más que por lo que pueda recibir a cambio (castigos o premios).
- Poder determinar qué comportamientos y actitudes son los más adecuados según el contexto social en que se encuentre.
- Manifestar respeto hacia los derechos, deberes, opiniones, indicaciones y valores de sus padres y demás personas.
- Desarrollar la capacidad necesaria para ser sistemático y ordenado en las iniciativas y actividades que realiza.
- Entender los límites y reglas necesarias para
alcanzar una convivencia armoniosa.
Aspectos fundamentales en la
aplicación de la disciplina
A) Afecto: El acto disciplinario, bien llevado, es en realidad
un acto de amor, ya que constituye la preparación para evitar exponer al niño a
futuros rechazos. Si se logra entender esto, los padres sentirán menos culpa
cuando le necesiten llamar la atención a su hijo.
B) Comunicación: La explicación de los límites, de las conductas
deseables y de las sanciones ante la ruptura de reglas preestablecidas, deben
ser expresadas por los padres de manera clara y concisa, de acuerdo al nivel de
comprensión del niño.
C) Constancia y firmeza: El proceso
disciplinario exitoso sólo es conseguido por aquellos padres que ostentan la
paciencia suficiente, para ser constantes y firmes en sus pronunciamientos.
D) Buen funcionamiento familiar: Ninguna recomendación disciplinaria profesional
funciona, si en el hogar existen discusiones fuertes, reclamos, violencia,
abuso, negligencia; ya que el niño absorbe este ambiente emocional de
confusión, temor y rabia, y, al no contar con la capacidad necesaria para
escapar o entender lo que pasa, descarga conductualmente el sufrimiento que
vive. Si queremos que los hijos se comporten adecuadamente, el aspecto más
básico es brindarle un ambiente familiar sano.
¿Cómo formar a los niños desde el
estilo disciplinario participativo?
Algunas recomendaciones:
- Los límites, el estilo de comunicación y las responsabilidades tienen que adaptarse según el grado de desarrollo que tenga el niño. Según Piaget, el ser humano va adquiriendo habilidades vinculadas con la fase maduracional en la que se encuentre, por lo que los padres deben procurar ir estableciendo pautas muy concretas y rutinarias en la infancia temprana, y progresivamente, ir incluyendo directrices más complejas conforme el niño adquiera mayor comprensión, hasta alcanzar el dominio de la autodisciplina al concluir la adolescencia.
- No se deben poner límites ni consecuencias que no se puedan cumplir. Además, se debe evitar que el estado de ánimo intervenga en el modo de poner límites, es decir, las reglas y las consecuencias deben permanecer firmes e independientes de si estamos alegres, enojados, o tristes.
- Los berrinches son comunes en los niños que han aprendido que a través de ellos, pueden alcanzar sus intenciones al acabar con la paciencia de los padres. Si los padres consiguen aislar consistentemente tales explosiones emocionales (ignorando la conducta, no al niño), y ofrecen refuerzos por métodos alternativos que los niños pueden utilizar para alcanzar sus propósitos, la conducta tenderá a mermar y eventualmente a desaparecer.
- La formación espiritual y la adquisición de valores en los niños también constituye un beneficio disciplinario fundamental, ya que aprenderán a guiar su vida según los preceptos del amor, de la solidaridad, de la cooperación, del respeto y de la igualdad.
La rectificación de estilos
disciplinarios no es sencilla. Conlleva mucho trabajo en diversas áreas de la
dinámica familiar, implica la ruptura de patrones generacionales arraigados, la
transformación de estrategias, de visiones de mundo, y de patrones de
comunicación, por lo que, si la conflictividad familiar comprende otro tipo de
problemáticas que sobredimensionan la tarea, es recomendable la búsqueda de un
acompañamiento profesional.
Después de un hermoso, pero arduo y prolongado trabajo, los padres que logren desarrollar las habilidades disciplinarias en sus hijos, se sentirán satisfechos tras su tarea. Los hijos, sin duda agradecerán el cariño y dedicación ofrecido por ellos, ya que a través de este esfuerzo, contará con las herramientas necesarias para enfrentar los retos que le depare el futuro.
Bibliografía
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•Epstein, N., Schlesinger, S.E. y Dryden, W. (1988) Cognitive-Behavioral Therapy with Families. New York. Brunner / Mazel, Publishers.
•Givaudan, Martha; Pick, Susan. “Autoridad paterna”.Yo papá, yo mamá. Editorial Planeta, México, 1995
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