Pediatra-Infectóloga
Hospital Nacional de Niños-Hospital CIMA
Ex ministra de Salud, Costa Rica
“14.000 adolescentes al año se precipitan a la maternidad”, fue titular de un medio de comunicación de nuestro país. Otro titular del mismo medio decía “Paternidad llega muy temprano para 2.000 ticos cada año”. ¿Notan el punto? 12000 niñas fueron embarazadas por hombres adultos, que abusaron de ellas. Están niñas no se precipitan a la maternidad, las precipitan otros, adultos que en lugar de protegerlas, las dañaron y les arrebataron su niñez, comprometiendo seriamente su futuro. ¿Cuántos de estos hombres abusadores fueron llevados ante la Justicia?, posiblemente muy pocos. Todavía prevalece en nuestro medio la errónea idea que la niña se lo buscó, porque era “una sometida”, “provocó al hombre”, “es una zorrita”. Pocos tienen claro que la conducta sexualizada de una menor de edad puede ser a causa de abuso, alguien la sexualizó y la utiliza como una propiedad. Otras iniciaron una relación con un adulto con el beneplácito de su familia.
Las cifras por si solas son frías y poco dicen de las trágicas historias detrás de ellas. No dicen que estamos fallando como sociedad, que fuimos incapaces de proteger a 14000 menores. Que seguimos siendo una sociedad con muchos prejuicios y muchos errores conceptuales. Que fallamos cuando vemos con naturalidad la relación de una niña con un adulto. Que fallamos cuando no denunciamos, que fallamos cuando no apoyamos o acompañamos a estas niñas-mujeres. Que fallamos cuando no sospechamos que, esos cambios de conducta, un repentino bajo rendimiento escolar, son luces que parpadean para que algún adulto preste atención. Que fallamos cuando no nos conmovemos ante estas historias y las vemos muy lejanas a nuestra realidad.
A es una niña de 13 años, excelente desempeño académico en primaria, su madre la tuvo a los 16 años porque “se jalo torta” con un compañero de colegio. La madre de A se casó con un hombre que no era el padre de A. Este hombre colocó una cámara entre los peluches de A para grabarla mientras se vestía, desde entonces empezó a verla como “una mujer”. La madre de A justificó a su esposo, porque A salía del baño solo con un paño cubriendo su cuerpo y se sentaba “con las piernas abiertas”. La madre no denunció argumentando que A de 11 años le había dicho que no lo hiciera. A los 12 años A queda embarazada, nadie notó sus cambios hasta que el embarazo era evidente, una profesora de su colegio comentó que A se andaba “apretando con un montón de chiquillos”. Hoy A es madre. ¿El causante del
embarazo?
Esperamos que pronto reciba su justo castigo.
B era una niña de 12 años con una vulvovaginitis gonocócica (gonorrea), se “la pegó” su novio de 23 años, que llegaba “a marcar” a la casa de B, con el permiso de los padres. B me dijo que ella le permitía a su novio que le “introdujera el pene en su vagina, porque le gustaba”. Noten que usó el lenguaje correcto, para la conducta incorrecta. La madre de B dijo “Dra. yo no sé a quien salió tan caliente esta muchacha”. Noten el lenguaje incorrecto, para la conducta incorrecta. El “hogar” de B fue intervenido por trabajo social y el novio denunciado.
C de 8 años fue abusada por “un amigo” de la familia. La contagió de una enfermedad venérea. Durante el juicio al que asistí como testigo por haber tratado a C, el infeliz dijo como descargo: “C me provocó, se me sometió”. En ese momento a mi me “provocó” patearle las gónadas, lamentablemente no logré hacerlo.
D de 15 años, no fue mi paciente, lo fue E su hija de 3 meses ingresada por infecciones graves, diagnóstico SIDA. El padre de E, un hombre casado de 40 años, para la misma época había embarazado a su esposa. D lloró como la niña que era en brazos de su madre cuando se le informó el diagnóstico. E murió 4 meses después. Afortunadamente la esposa y el hijo del abusador no estaban infectados.
F de 11 años, ingresó a Cuidados Intensivos con una sangrado transvaginal severo, que la llevó a un estado de shock, tenía destrozada el área genital, requirió largas horas de cirugía. Su padrastro, el abusador, dijo que había sido una vaca, los policías dijeron que ellos vieron una vaca en el potrero donde encontraron desangrada y al borde de la muerte a F.
Todos estos son casos reales, de niñas costarricenses, que a lo largo de mis años de practica de la pediatría he visto y atendido directa o indirectamente en el HNN. Podría seguir hasta terminar el abecedario, pero cada recuerdo revive el dolor y la impotencia que se siente cada vez que atendemos estos desgarradores casos y a pesar de los esfuerzos se siguen presentando y seguimos oyendo las mismas infames justificaciones de los agresores y de quienes debían protegerlas, seguimos oyendo las descalificaciones hacia estas niñas de los que sin conocer el trasfondo las críticas y se hacen de la vista gorda.
¿Por qué lo comparto ahora con ustedes?, porque puedo aprovechar la facilidad de las redes sociales y se que mucha gente lo leerá y a lo mejor por esta lectura se pueda prevenir al menos un caso o alguien se va a sentir sensibilizado y ello podría generar una cadena de conciencia de la realidad detrás de las cifras y dejarlas de ver como un dato más, sin su dimensión humana y social. También y no menos importe lo hago por A la que encabeza esta lista, me impresionó su mirada y sus copiosas lágrimas, reflejaba su miedo, su temor, su soledad y su incertidumbre. Detrás de esas lágrimas no hay “una zorrita”, “una provocadora”, “una calientita”, hay una víctima que merece protección y apoyo.
Como ellas hay muchas y las seguirán habiendo a menos que cambiemos como sociedad y dejemos de lado el individualismo que muchas veces nos caracteriza. Cuando dejemos de criticar sin conocimiento y superemos nuestros prejuicios. Cuando entendamos que todos somos responsables, a todos nos afecta, porque todos somos miembros de una misma sociedad.
B era una niña de 12 años con una vulvovaginitis gonocócica (gonorrea), se “la pegó” su novio de 23 años, que llegaba “a marcar” a la casa de B, con el permiso de los padres. B me dijo que ella le permitía a su novio que le “introdujera el pene en su vagina, porque le gustaba”. Noten que usó el lenguaje correcto, para la conducta incorrecta. La madre de B dijo “Dra. yo no sé a quien salió tan caliente esta muchacha”. Noten el lenguaje incorrecto, para la conducta incorrecta. El “hogar” de B fue intervenido por trabajo social y el novio denunciado.
C de 8 años fue abusada por “un amigo” de la familia. La contagió de una enfermedad venérea. Durante el juicio al que asistí como testigo por haber tratado a C, el infeliz dijo como descargo: “C me provocó, se me sometió”. En ese momento a mi me “provocó” patearle las gónadas, lamentablemente no logré hacerlo.
D de 15 años, no fue mi paciente, lo fue E su hija de 3 meses ingresada por infecciones graves, diagnóstico SIDA. El padre de E, un hombre casado de 40 años, para la misma época había embarazado a su esposa. D lloró como la niña que era en brazos de su madre cuando se le informó el diagnóstico. E murió 4 meses después. Afortunadamente la esposa y el hijo del abusador no estaban infectados.
F de 11 años, ingresó a Cuidados Intensivos con una sangrado transvaginal severo, que la llevó a un estado de shock, tenía destrozada el área genital, requirió largas horas de cirugía. Su padrastro, el abusador, dijo que había sido una vaca, los policías dijeron que ellos vieron una vaca en el potrero donde encontraron desangrada y al borde de la muerte a F.
Todos estos son casos reales, de niñas costarricenses, que a lo largo de mis años de practica de la pediatría he visto y atendido directa o indirectamente en el HNN. Podría seguir hasta terminar el abecedario, pero cada recuerdo revive el dolor y la impotencia que se siente cada vez que atendemos estos desgarradores casos y a pesar de los esfuerzos se siguen presentando y seguimos oyendo las mismas infames justificaciones de los agresores y de quienes debían protegerlas, seguimos oyendo las descalificaciones hacia estas niñas de los que sin conocer el trasfondo las críticas y se hacen de la vista gorda.
¿Por qué lo comparto ahora con ustedes?, porque puedo aprovechar la facilidad de las redes sociales y se que mucha gente lo leerá y a lo mejor por esta lectura se pueda prevenir al menos un caso o alguien se va a sentir sensibilizado y ello podría generar una cadena de conciencia de la realidad detrás de las cifras y dejarlas de ver como un dato más, sin su dimensión humana y social. También y no menos importe lo hago por A la que encabeza esta lista, me impresionó su mirada y sus copiosas lágrimas, reflejaba su miedo, su temor, su soledad y su incertidumbre. Detrás de esas lágrimas no hay “una zorrita”, “una provocadora”, “una calientita”, hay una víctima que merece protección y apoyo.
Como ellas hay muchas y las seguirán habiendo a menos que cambiemos como sociedad y dejemos de lado el individualismo que muchas veces nos caracteriza. Cuando dejemos de criticar sin conocimiento y superemos nuestros prejuicios. Cuando entendamos que todos somos responsables, a todos nos afecta, porque todos somos miembros de una misma sociedad.