viernes, 6 de abril de 2012

Creciendo sin prisa

Maritza Ulate

“Se ha comprobado que la autoconfianza, la autoestima, la seguridad, la capacidad de compartir y amar, e incluso las habilidades intelectuales y sociales, tienen sus raíces en las experiencias vividas durante la primera infancia en el seno familiar. En un hogar donde se respira un ambiente de cariño, de respeto, de confianza y de estabilidad, los niños o niñas se crían y se desarrollan psíquicamente más sanos y seguros, y se relacionarán con el exterior de esta misma forma, con una actitud más positiva y constructiva hacia la vida.” (Isabel Margarita Hauessler, UNICEF, 2004)

Una de las principales tareas de los padres y madres es procurar el desarrollo integral de sus hijos e hijas, a fin de potenciar en ellos y ellas actitudes frente a la vida que les permitan tomar, tanto en el diario vivir como en momentos cruciales, decisiones y acciones acertadas en procura de una mejor calidad de vida.
Al hablar de desarrollo integral, es necesario tomar en cuenta las necesidades físicas, psíquicas y sociales para el desarrollo del potencial humano inherente a cada niño y niña. En esta reflexión, nuestro foco de atención será el desarrollo psicosocial, el cual se puede definir como:
“…el proceso de transformaciones que se dan en una interacción permanente del niño o niña con su ambiente físico y social. Este proceso empieza en el vientre materno, es integral, gradual, continuo y acumulativo. El desarrollo psicosocial es un proceso de cambio ordenado y por etapas, en que se logran, en interacción con el medio, niveles cada vez más complejos de movimientos y acciones, de pensamiento, de lenguaje, de emociones y sentimientos, y de relaciones con los demás. En este proceso, el niño o niña va formando una visión del mundo, de la sociedad y de sí mismo, al tiempo que adquiere herramientas intelectuales y prácticas para adaptarse al medio en que le toca vivir y también construye su personalidad sobre las bases del amor propio y de la confianza en sí mismo.”
(UNICEF, 2004)
La anterior definición proporciona un marco para determinar aspectos vitales en el desarrollo psiciosocial de los niños y niñas y adolescentes. Estos aspectos deben ser tomados muy en cuenta por padres, madres, educadores, y en fin, todas aquellas personas que de uno u otro modo interactúan con los niños y procuran su desarrollo integral.
Uno de estos aspectos, al que nos quisiéramos referir de forma especial, es el hecho de que el desarrollo psicosocial es un proceso que se da en etapas ordenadas. Según Jean Piaget, psicólogo experimental y padre de la teoría del desarrollo cognitivo, existen periodos o estadios de desarrollo. Piaget define una secuencia de cuatro estadios o etapas cognitivos[1], que determinan el proceso de desarrollo psicosocial del ser humano, a saber:

Etapa sensorio-motor
Desde el nacimiento hasta aproximadamente un año y medio a dos años. En tal etapa el niño usa sus sentidos (que están en pleno desarrollo) y las habilidades motrices para conocer aquello que le circunda, confiándose inicialmente en sus reflejos y, más adelante, en la combinatoria de sus capacidades sensoriales y motrices. Así, se prepara para luego poder pensar con imágenes y conceptos.
Tras los 18 meses el cerebro del niño está ya potencialmente capacitado para imaginar los efectos simples de las acciones que está realizando, o ya puede realizar una rudimentaria descripción de algunas acciones diferidas u objetos no presentes pero que ha percibido. Está también capacitado para efectuar secuencias de acciones tales como utilizar un objeto para abrir una puerta. Comienzan, además, los primeros juegos simbólicos del tipo “juguemos a que...”.

Etapa preoperatoria
Este estadio tiene lugar aproximadamente entre los dos y los siete años de edad y se caracteriza por la interiorización de las reacciones de la etapa anterior dando lugar a acciones mentales que aún no son categorizables como operaciones por su vaguedad, inadecuación y/o falta de reversibilidad.
Son procesos característicos de esta etapa: el juego simbólico, la centración, la intuición, el egocentrismo, la yuxtaposición y la irreversibilidad (inhabilidad para la conservación de propiedades).

Etapa de las operaciones concretas
De siete a once años, las operaciones a las que se hace referencia son lógicas y usadas para la resolución de problemas. El niño en esta fase ya no sólo usa el símbolo, es capaz de usar los símbolos de un modo lógico y, a través de la capacidad de conservar, llegar a generalizaciones atinadas.
Alrededor de los seis y siete años el niño adquiere la capacidad intelectual de conservar cantidades numéricas: longitudes y volúmenes líquidos. Aquí por 'conservación' se entiende la capacidad de comprender que la cantidad se mantiene igual aunque se varíe su forma. Alrededor de los siete y ocho años el niño desarrolla la capacidad de conservar los materiales. Por ejemplo: tomando una bola de arcilla y manipulándola para hacer varias bolillas el niño ya es consciente de que reuniendo todas las bolillas la cantidad de arcilla será prácticamente la bola original. A la capacidad recién mencionada se le llama reversibilidad.
Alrededor de los nueve y los diez años el niño ha accedido al último paso en la noción de conservación: la conservación de superficies. Por ejemplo, puesto frente a cuadrados de papel se puede dar cuenta que reúnen la misma superficie aunque estén esos cuadrados amontonados o aunque estén dispersos.

Etapa de las operaciones formales
Desde los doce años en adelante (toda la vida adulta).
La persona que se encuentra en el estadio de las operaciones concretas tiene dificultad en aplicar sus capacidades a situaciones abstractas. Si un adulto (sensato) le dice "no te burles de tal personas porque es gordo... ¿qué dirías si te sucediera a ti?", la respuesta del individuo de sólo operaciones concretas sería: "Yo no soy gordo".
Es desde los doce años en adelante cuando el cerebro humano está potencialmente capacitado para formular pensamientos realmente abstractos, o un pensamiento de tipo hipotético deductivo.
Una vez entendidas estas etapas, es sencillo darse cuenta que existen edades determinadas para aprender y desarrollar habilidades psicosociales específicas, relacionadas con el nivel o etapa de desarrollo cognitivo del niño, niña o adolescente.
La meta de padres, madres y otros adultos involucrados en la crianza, usualmente es lograr que los niños, niñas y adolescentes lleguen a desarrollar al máximo sus habilidades y capacidades a fin de poder interactuar de forma crítica con la realidad en que viven y tomar las mejores decisiones como individuos y miembros de la sociedad. Sin embargo, en este afán es posible que equivocadamente procuremos “adelantar” las etapas e inclusive “reordenarlas” de acuerdo a nuestro propio criterio. De esta manera es usual que padres y madres alienten y propicien el aprendizaje prematuro o bien, el desarrollo de actitudes que el niño, la niña o adolescente aún no esta preparado para asumir.
Así también, es frecuente que desde otros ámbitos de la sociedad, tal como lo es el comercio y los medios de comunicación se propicien una serie de estímulos que podrían resultar en actitudes y conductas que en lugar de potenciar el buen desarrollo psicosocial de los niños, niñas y adolescentes, obstaculizan el desarrollo que se debería estar dando según la etapa del desarrollo en que se encuentran. Es usual que esto se propicie a través de la música, programas de televisión, el Internet, la moda, los anuncios publicitarios, el cine, etc.
Esta mezcla entre el apresuramiento de los padres por ver a sus hijos desarrollando habilidades y capacidades psicosociales desde edades muy tempranas y el constante “bombardeo” de los medios y el comercio entre otras cosas, podría dar como resultado situaciones en las que se fomentan comportamientos y actitudes como las que se describen a continuación:

En los niños y niñas
-A pesar de que en los primeros años de vida una de las actividades más importantes para el descubrimiento del entorno, aprendizaje y desarrollo de destrezas es el juego, algunos niños son sobre estimulados para que aprendan a leer, escribir y/o realizar operaciones matemáticas en etapas tan tempranas como los dos y tres años, es posible que al consumir tiempo y esfuerzo para desarrollar estas habilidades, para las que el niño aún no esta preparado, se deje relegado el juego exploratorio espontáneo que suelen realizar los niños como forma ideal de aprender en las edades más tempranas.
-Es usual que los comerciantes, en su afán por promover cada vez productos más ingeniosos y atractivos para los niños en edades en que ya ellos puedan desear productos (juguetes, ropa, etc.), recurran a la “imitación” de los productos destinados para los adultos. Esto a primera vista podría parecer irrelevante, sin embargo es usual que estos productos promuevan de forma subliminal, algunas actitudes no apropiadas para la etapa del desarrollo del mercado meta (niños y niñas). Tal podría ser el caso de la moda. Por ejemplo, la ropa y el calzado de los niños y niñas cada vez tiende más a imitar la ropa de los adultos. Niñas vistiendo “modelos a escala” de ropa femenina y calzando zapatos de tacón alto. También es usual en nuestros días el maquillaje “de juguete” pero que en realidad maquilla. Todo este estímulo a verse como “grande” también promueve que los niños y niñas deseen no solo verse sino también ser “grandes”. De esta forma no solo se incita a asumir roles de adultos sino que se da una desvalorización de las actividades propias de la infancia y un temor a ser señalados como “bebés”.
-Algunas dinámicas en el hogar a veces propician que los niños y niñas asuman roles y responsabilidades que por su corta edad no están preparados para enfrentar. Por ejemplo cuando se le dice al hijo o la hija mayor, a pesar de su corta edad, que, por ser el o la más grande, debe cuidar a los menores. Así también, ante una separación o divorcio pedir al hijo varón que asuma el rol de “hombre de la casa” y cuide de su mamá y la hermana.
-Algunas veces, en un afán por lograr que los hijos e hijas aprendan a asumir responsabilidades se les carga con demasiadas tareas en el hogar. Se debe recordar que el tiempo de juego y esparcimiento es una de las principales formas de aprender de los niños y niñas.

En los adolescentes
La adolescencia comprende una serie de transformaciones complejas; que constituye algo más que una simple edad cronológica. La importancia del período de la juventud recae, en que durante este intervalo se consolidan, los cimientos morales, intelectuales, espirituales y emocionales, sobre los cuales se apoyan los jóvenes para la definición y el desarrollo de su proyecto de vida. Por lo tanto, al igual que en etapas anteriores, es importante que este proceso de consolidación transcurra a su ritmo normal, sin apresuramientos. 
En esta etapa la posibilidad de influencia de elementos externos a la familia es aún mayor. Las tendencias sociales en cuanto a moda, comportamiento, actitud, etc. toman gran relevancia. Es por esta razón que durante esta etapa los padres, madres y demás adultos involucrados en el desarrollo de los adolescentes, deben estar muy atentos para no impulsar que los jóvenes asuman roles, responsabilidades, actitudes o tareas para las cuales no están preparados o preparadas. Un elemento que hace difícil esta tarea es la deseada libertad e independencia por la que luchan afanosamente los hijos e hijas. En este punto es importante aclarar que esta libertad no implica poseer la facultad de decidir y hacer todo lo que se quiera, como se cree a veces erróneamente. Es importante fomentar en los jóvenes que al vivir en colectividad, la libertad como capacidad de acción y determinación, está claramente condicionada, según el contexto, costumbres, y etapa de desarrollo en que se encuentre el sujeto.
Además, la libertad implica fundamentalmente una serie de deberes: el hacerse responsable por las consecuencias de sus actos, respetar los derechos de las otras personas, estar plenamente conciente de las decisiones que se toman, etc. Es importante inculcar que se debería vivir esta etapa dentro de las posibilidades, en cuanto al desarrollo psicosocial alcanzado en ese momento, sin tratar de adelantarse, propicia que se desarrollen habilidades y capacidades sobre fundamentos sólidos que les servirán de herramienta y de guía en las etapas de mayor libertad e independencia a los que llegarán en un futuro cercano.
Con el fin de que el desarrollo psicosocial de los adolescentes se desarrolle de forma plena existen algunas actividades y comportamientos que no se deberían fomentar, entre ellas:

-Estimular una atención exacerbada en cuanto al establecimiento de relaciones románticas. Es usual en culturas patriarcales como la nuestra, incitar a los adolescentes varones a “tener tantas novias como se pueda”. Inclusive a veces se llega al punto de propiciar que el joven se convierta en “hombre” por medio de la iniciación de la vida sexual.
-Estimular una atención desmedida hacia las tendencias de la moda y la apariencia física. Esto puede fomentar una creciente preocupación, ya de por si presente en la adolescencia, por la imagen personal (actualmente por ejemplo la extrema delgadez), el tipo de atuendo que se lleva (por ejemplo las “marcas”) etc. Todo esto en detrimento de intereses y experiencias que puedan verdaderamente, potenciar el desarrollo psicosocial de los jóvenes.
-Estimular el consumo de alcohol. Algunos padres y madres consideran que es mejor que los hijos “aprendan” a tomar con ellos, sin embargo el consumo de alcohol en la adolescencia los pone en situaciones de riesgo.
-El comercio y los medios de comunicación podrían fomentar un uso desmedido de la tecnología disponible. Por ejemplo el caso de jóvenes que viven y centran gran parte de su actividad alrededor de artefactos tecnológicos como son las computadoras personales, teléfonos celulares, reproductores de música. El uso extremo de estos artefactos puede resultar en un “escapismo” de la realidad y la construcción de la propia imagen usualmente distorsionada.
Como lo plantea Piaget cada etapa del desarrollo psicosocial del ser humano se debe vivir a plenitud con el fin de que logre madurar y adquirir las habilidades y destrezas que le permitirán enfrentarse a la etapa siguiente. Al vivir plenamente y resolver cada etapa, las personas desarrollan su capacidad de adaptación a las distintas circunstancias y situaciones que se presentan a lo largo de la vida. Si por el contrario no se viven a plenitud o resuelven adecuadamente, se habla de dificultades para la adaptación al medio social, y como consecuencia será difícil para el individuo en particular enfrentar adecuadamente tanto la cotidianeidad como los retos que se le presenten en la vida.
Es importante promover y cuidar que los niños, niñas y adolescentes vivan plenamente cada una de las etapas de su desarrollo psicosocial. Por esto es importante propiciar concientemente ese adecuado desarrollo a través de una adecuada dinámica familiar, que tome en cuenta estas etapas y la atención personalizada a cada uno de los niños, niñas y adolescentes que conforman la familia.

Agradecemos a Enfoque a la Familia, Costa Rica por permitirnos compartir este artículo, si desea más información puede visitar su página en internet ingresando a: http://www.enfoquealafamilia.com





[1] Jean Piaget, consultado en línea en la dirección http://es.wikipedia.org/wiki/Jean_Piaget