lunes, 2 de mayo de 2011

Inteligencias Múltiples: Juego y Equilibrio



Marisol Ramírez Madrigal
Docente de Idioma Extranjero. Máster en Docencia. Máster en Psicopedagogía. Especialista en procesos de lecto-escritura y adquisición de lenguas extranjeras.
Directora Académica de Saint Pio Preschool & Day Care

Ante el mito que está establecido por el cual se supone que todos los seres humanos son iguales, se han originado y extendido una serie de actitudes hacia la enseñanza y el aprendizaje de los niños y las niñas en edad preescolar. Pretendemos meter a los niños y niñas en un molde rígido e inflexible por lo que frenamos todo impulso y creatividad pues exigimos su atención  en actividades que han sido planeadas bajo un nivel de exigencia robótico para el cual los pequeños no están preparados, pues estos aún disfrutan de su aprendizaje y sus experiencias.
Es  de suma importancia para los padres y madres conocer y reconocer las formas de aprendizaje de sus niños y niñas ya que cada ser humano, nace con desigualdades peculiares propias. Es indispensable llegar a conocerlas para poder aprender  y hacer de éste aprendizaje un acto de realización personal y académico.
Hoy gracias a grandes pioneros de la ciencia del aprendizaje, sabemos sobre la imperiosa necesidad de una educación que debe tener como centro a la persona, al niño o a la niña, que es singular, o sea, único e irrepetible, diferente a los demás. La singularidad implica separación y distinción, no sólo numérica, sino también cualitativa.
Cada ser humano,  tiene su propia forma de buscar la información, buscar los patrones mentales, extraer el significado, hacer los procesos mentales, formar nuevos modelos y utilizar lo aprendido de manera inteligente y creativa.  Para que éste proceso sea eficaz y posible, es necesario ofrecer  oportunidades para demostrar su superioridad frente a los diferentes conflictos cognitivos, por lo que resulta indispensable proveer espacios curriculares para el desarrollo de la creatividad y la imaginación.
Los primeros cinco años de vida de todo ser humano son fundamentales para el desarrollo de sus inteligencias. Aunque la potencialidad del cerebro se presente como el producto de una carga genética (mamá, papá, abuelo, abuelo). Durante los primeros años de vida el cerebro crece de 400 gramos en el nacimiento, hasta casi un kilo y medio cuando es adulto, creciendo y pesando más en función de las múltiples conexiones entre los nervios, que forman una red de informaciones. Ésta red posee especificaciones que diferencian una inteligencia de otra. Esa área del organismo no nace preparada, sino que de modo progresivo, sobre todo durante los primeros años de vida del niño o la niña. En su respectivo hemisferio se plasman terminaciones nerviosas responsables del habla, la visión, el tacto, la percepción lógica, lingüística, sonora y otras. Para que ese desarrollo cerebral alcance toda su potencialidad y multiplique su poder necesita una gimnasia, genéricamente denominada estímulos, que deben de ser producidos por personas adultas y por otros niños.
La importancia del ambiente y del encuentro educativo con el niño y la niña tiene, no obstante que percibirse en una dimensión expresiva, pero no infinita. Los niños y las niñas no son esponjas pasivas e inanimadas que absorben lo que se les presenta. Por el contrario los niños y las niñas en edad preescolar  modelan de modo activo su propio ambiente y se convierten en agentes de su proceso de crecimiento y de las diferentes fuerzas y estímulos ambientales.
El juego, en su sentido integral, es el medio estimulador más eficaz de las inteligencias. El espacio de juego permite que el niño (incluso el adulto) realice todo cuanto desea. Cuando se está entretenido en un juego, el individuo es quien quiere ser; gracias al juego, el individuo puede obtener la satisfacción simbólica de ser grande, del ansia de ser libre. Socialmente, el juego impone el control de los impulsos, la aceptación de las normas. Divirtiéndose con su espacialidad, el niño y la niña se implican en la fantasía y construye un atajo entre el mundo fantástico, donde desearía vivir y el mundo real en el cual debe de convivir.
Los estímulos son el alimento de las inteligencias. Sin estos estímulos, el niño crece con limitaciones y su desarrollo cerebral queda muy comprometido. Sin embargo, otro elemento importante en el desarrollo de éstas inteligencias es la forma de presentárselas a los niños y las niñas, ya que el sobre estímulo se puede comparar con la sobre alimentación.
El hogar, el kínder o la preparatoria no pueden verse transformadas en laboratorios en los que los niños y las niñas son sobre estimulados, y severamente exigidos ya que estaríamos provocando un efecto inverso al buscado, que es principalmente el bienestar de los niños y las niñas y sobre todo proveerles una educación que les permita una mejor adaptación a un mundo altamente demandante.
Es importante tener a mano los recursos para que se utilicen con sobriedad y principalmente con la coparticipación de otros niños y de adultos que tengan amplios conocimientos en la percepción del aprendizaje y de las inteligencias múltiples
La inteligencia es una ventana, que se abre lentamente, sin prisa y para cada etapa existe una cantidad de estímulos necesarios. Dos niños o niñas de la misma edad, poseen cada uno una ventana de la misma inteligencia con el mismo nivel de apertura sin embargo, eso no significa que sean iguales; es un error suponer que el estímulo pueda hacer que la ventana pueda ser abierta más deprisa. Por eso ésta apertura tiene que ser aprovechada por los padres, madres y docentes con equilibrio, serenidad y paciencia. El estímulo no actúa directamente sobre la ventana pero, si se aplica adecuadamente, desarrolla habilidades, y éstas llevan a aprendizajes significativos.