viernes, 13 de mayo de 2011

Mi milagro de amor



Sylvia Sibaja


Hace 6 años, a una semana de casarme, empecé a sentirme muy mal físicamente, vómitos, mareos, nauseas, acompañados de sangrados muy fuertes durante 15 días.
Llamé a mi doctor y me dijo con voz preocupada que me fuera directo a la clínica y que me realizara una serie de exámenes, entre ellos una prueba de embarazo, la cual yo estaba totalmente segura que iba a salir negativa. Así lo hice llegue como a las 11pm acompañada de mi mamá, mi papá y mi novio, empezaron a realizarme las pruebas: examen de sangre, ultrasonido, entre otros.
Cuando llegó el turno del ultrasonido mi mamá entró conmigo y con una cara de angustia y preocupación empezamos a escuchar lo que el especialista nos iba diciendo, cuando de un momento a otro la expresión del médico  cambio y muy serio se volteo a mi mamá y mi diciéndonos que tenía dos tumores en uno de mis ovarios y que no sabía si eran malignos o no.
Casi me desmayo del susto mientras mi mamá se ponía cada vez más pálida, el doctor llego al hospital y me dijo que tenía que operarme de emergencia y que cancelara mi boda.
Después de los trámites y la cara de preocupación de mi familia y mi novio, me llevaron a la sala de operaciones. Tres horas después apenas recuperándome,  mi médico me dijo que no me pudo salvar el ovario ni la trompa de Falopio, que los tumores eran benignos (más conocidos como quistes) pero me sería muy difícil tener bebés, que sólo con tratamientos de fertilidad,  ya que por sí sola no iba a poder quedar embarazada. Ahí sentí que un túnel se abría y me llevaba sin lograr tocar fondo, mientras mi novio en ese momento no lo podía asimilar.
Cuatro meses después me casé y tenía que esperar dos años a ver si iba a poder tener un bebé. Mientras veía a mi mejor amiga y a mi prima embarazadas.
Yo tenía toda la fe en Dios que iba a poder tener un bebé, un día me hice una prueba de embarazo muy ilusionada, la cual dio negativa precisamente el día de la madre, haciéndome sentir como un gusano aplastado por un cisterna, sintiéndome más triste y frustrada. Mi esposo me decía que ya en poco tiempo íbamos a ser papás, que no me preocupara.
Un día varios familiares visitaron la casa de mi mamá, entre ellos un primo médico que entre risas y bromas de mi familia me explicaba cuales eran mis días fértiles, sin saber que YA ESTABA EMBARAZADA y que la prueba que me había hecho varios días atrás estaba equivocada. Contra cualquier pronóstico medico tenía ya casi 4 semanas de embarazo sin necesidad de ningún tratamiento, solo mi fe en Dios!!!!
Tres años después mi hija Isabella es una niña sana, feliz, juguetona, preciosa y mi milagro, como muchos la llaman.
Cada vez que la veo, recuerdo cada médico que me dijo que nunca quedaría embarazada sin tratamientos, pero así aprendí que por encima de todo solo Dios tiene la última palabra.